Cambio de las prácticas agronómicas en viticultura

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La adaptación al cambio climático también depende de la forma de cultivo de cada variedad de uva. Las prácticas agronómicas ya permiten hacer frente a la variabilidad climática y podrían multiplicarse.

El deshojado en los meses de julio o agosto reduce la transpiración y la necesidad de agua de la vid. Sin embargo, esta operación debe hacerse con cuidado. Por ejemplo, es importante evitar la eliminación de hojas alrededor de los racimos de uva, ya que exponerlos demasiado al sol provoca quemaduras y adelanta la maduración, con lo que se produce el efecto contrario al deseado.

La poda de invierno de la vid permite actuar a medio plazo sobre la arquitectura de la planta, su altura, su superficie foliar (es decir, la superficie total de las hojas expuestas al sol) y la exposición de los racimos: las uvas que se benefician de una mejor sombra y están más alejadas del suelo pueden así ganar en acidez. Pero si la sequía es el principal problema, hay que favorecer troncos cortos para limitar los problemas de resistencia a la circulación del agua.

La gestión del suelo es otra herramienta de adaptación agronómica. Un aumento del contenido de materia orgánica (mediante el compostaje o el cubierta vegetal) permite fijar más carbono, aumentar la retención de agua y mejorar la estructura del suelo y, por tanto, el enraizamiento y la resistencia de la vid. Mantener el suelo, por ejemplo dejando que crezca temporalmente la hierba entre las hileras, ayuda a la infiltración de la lluvia y limita la escorrentía. También puede reducir la temperatura de la superficie o incluso la evaporación si se evita la competencia entre las malas hierbas y la vid, por ejemplo, mediante el desbroce mecánico o el acolchado, una técnica agrícola que consiste en cubrir el suelo con restos vegetales.

También se puede sugerir el riego para mantener el rendimiento y la calidad de la uva cuando el estrés hídrico es demasiado elevado. Ampliamente utilizado en los viñedos extranjeros fuera de Europa, actualmente se está desarrollando en las llanuras de Languedoc con sistemas de goteo. Sin embargo, su uso plantea la cuestión del coste y la gestión de los recursos hídricos, con riesgos crecientes de conflictos sobre el uso del agua. Por ello, el riego debe considerarse como una solución de "último recurso" que complemente otras técnicas que limiten el consumo de agua de un viñedo. En este sentido, se están llevando a cabo experimentos para utilizar nuevos recursos, como el agua reprocesada de las plantas de tratamiento de aguas residuales.

Se han desarrollado programas informáticos y aplicaciones web para optimizar el riego en función de los datos meteorológicos, las características del viñedo (variedades de uva, suelo, métodos de gestión) y un análisis del estado hídrico de la vid y, por tanto, de sus necesidades de agua para obtener vinos de calidad.

A menudo es necesario arbitrar entre prácticas que responden de forma contradictoria a los diferentes impactos del cambio climático.

Autor: Marc Nougier (SupAgro)


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